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CAPERUCITA Y EL LOBO FEROZ.

Foto del escritor: La EljachLa Eljach

Erase una vez una linda niña que vivía en los suburbios de una ciudad movida por gente buena y mala, mas que todo las segundas.

Las grandes organizaciones, instituciones y entornos eran manejados por personas muy poderosas e influyentes que a veces dejaban que eso se le subiera a la cabeza a tal punto de llevarse por delante vidas inocente como la de esta pequeña que nunca pensó cruzarse en el camino de estas.

Por su parte, estaba el temible personaje de esta historia, a pesar de que lucía chaqueta en ocasiones y que de su boca salían palabras de amor, en la noche al salir la luna y esconderse el sol, su personalidad cambia convirtiéndose en un feroz lobo que asechaba a las más vulnerables. Aunque muchas veces el efecto animal continuaba por la mañana, desnudando así lo profundo de su corazón y mente. El lobo había sido criado por una de las familias de las que hablábamos anteriormente, con poder, dinero, status y suficiente capacidad de persuadir a las personas que lo rodeaban para cambiar las diferentes historias que llegaban y donde el antagonista, casi siempre, era el pequeño y consentido lobito.




Una mañana de esas en las que el sol alumbra desde muy temprano y hace mirar al cielo para agradecer, la niña caminaba por el bosque y decidió sentarse a descansar para disfrutar el bello canto de las aves que la rodeaban. Se dejó contagiar y empezó a entonar una canción con la melodiosa voz que le había sido otorgada desde su nacimiento. Las bellas notas que salían de esa inmadura garganta, hicieron que el animal no domesticado se dejara llevar. Su olfato lo guió a una carne tierna, fresca, de esas que tanto le llamaban la atención.

Mientras recorría el bosque su mente se retorcía imaginando como sería la dueña de esa preciosa voz, maquinaba como llegar a ella sin que se espantara al ver esos ojos que no solo querían admirarla. Esa boca, que no quería sumarse al canto, y esas orejas que querían escuchar más que una dulce canción.

La vio a lo lejos y no podía creer lo que tenía al frente, gajos definidos que demarcaban su rostro tierno, una mirada profunda y muy inocente, unos labios tan rojos como las manzanas que adornaban el árbol en que se encontraba sentada, y su cuerpo aunque no se lograba apreciar, se dejaba ver que estaba pasando de niña a mujer. Era caperucita, como sus padres la llamaban con cariño, por su extremo amor por las capuchas. Con sigilo y un susurrado aullido que se mezcló con la melodía que ella cantaba, fue acercándose. Y al llegar fue esperado el resultado. Ella corrió.


Pasaron días y aunque el siguió con su vida, no lograba olvidarse de aquella hermosa criatura que posaba en aquel bosque, así que más de una vez se acercaba a ver si la encontraba nuevamente. En su casa siempre estaba quien lo esperaba para intentar domarlo y aunque las ganas eran grandes, había sido casi imposible lograrlo, va en su naturaleza. Va más allá de lo que el pueda hacer o querer. Necesita más de lo que tiene en esas cuatro paredes, por eso su deseo lo arrastra a seguir buscando lo que no debería encontrar.


La perseverancia ganó. Esta vez era de tarde, estaba cayendo el sol y empezaba su momento del día favorito, la luna se empezaba a asomar. Desesperado de su casa y lo que en ella habitaba, salió a recorrer el bosque. Vaya sorpresa que tuvo, los rizos que no había olvidado estaban ahí. Ahora un poco triste, con la mirada cabizbaja y sin ganas de endulzarle los oídos, esta, era la ocasión perfecta para que el animal asechara. Aunque la pequeña intentó huir, su tristeza y soledad fueron más grande así que se quedó postrada en el árbol, sin temor a lo que pudiera hacerle el carnívoro, quien iba llegando de manera inofensiva, para no angustiarla más de lo que ya se veía.




Como un tierno cachorro de hogar se fue ganando su confianza, se dejaba sobar, se lograba envolver por esas refrescantes caricias, pero el encantamiento finalizaba cuando recordaba que debía volver a casa y que aún no había logrado su cometido. Ahora, esta se había convertido en su tarea más importante, lograr envolver a la pequeña que lo había desconcertado. Se sabía capaz y con las herramientas necesarias para hacerlo. Al parecer era una tarea fácil de resolver. Tan sencilla que no necesitaría respaldo de su familia al finiquitar lo deseado, o por lo menos así lo veía en su cabeza mientras maquinaba su actuación final.


El encuentro cada vez era más agradable para la inocente, quien conforme pasaban los días se iba envolviendo más y más en el gusto de una historia que sabia a suspenso y prohibición. Quizá era una táctica de la increíble y estudiada mente del antagonista de este cuento. El bosque se empezó a volver incomodo y como a su casa debían evitar frecuentar, lo más accesible era la casa en la que vivía la menor de edad. Sabía que debía idear la manera de entrar a ese lugar, así que con astucia empezó a actuar.


Mira esta manzana, es diferente a las que llevas en la cesta. Si la muerdes, por las noches podremos hablar, incluso, vernos, solo la debes cuidar. Fueron las simples palabras que lograron dejar a Caperucita encantada con su nuevo y desconocido regalo, se abalanzó hacía el lobo demostrándole su absoluto agradecimiento. No le importaba la fruta, ni la vida de un tercero que podía separarlos, ella se había enamorado. Miró el reloj y su rostro cambió. Es tarde, debo volver a casa. Frase perfecta para ofrecer su compañía a altas horas de la noche, era peligroso que una piel tan limpia y delicada caminará sola. Después de todo parecía ser un gesto caballeroso.


Por medio de aquel regalo, las conversaciones empezaron a aumentar, ya no necesitaban encontrarse entre los arboles, aunque no dejaba de ser una encantadora idea de vez en cuando. Ahora, por medio de esa extraña fruta y la misteriosa conexión que lograba entre ambos, todo estaba volviéndose más fácil. Como en la historia real, el lobo se comió a los padres de la niña, no de una manera literal, pero si logró envolverlos en sus artimañas a tal punto de ganar su tranquilidad, ya que la diferencia de edades, estratos y hasta estado civil, era completamente diferente al que esperaban para la menor.

Por su parte, a Caperucita, la devoró de una manera más literal, logró llegar a donde nadie más lo había hecho, acaparó su mente, su corazón y su cuerpo. La carne tierna que percibió el primer día, fue tal cual lo imaginó. Sentir su piel se había convertido en un deseo anhelado y ahora conseguido. Su respiración lo motivaba y eso le encantaba, no quería olvidar ese santiamén, nunca. Así que, una vez más con la sutileza y artimaña que lo caracterizan la convenció de usar la manzana en tan añorado momento, para que nunca perdieran lo que para ellos había sido un deseo mutuo consumado.




¡Oh, pobre lobo!..No esperó nunca que aquel custodiado recuerdo llegará a manos del padre de la infanta, que ahora era toda una mujer. Lleno de una intensa cólera, con los ojos saturados de lágrimas que se combinaban de dolor, rabia y decepción tomó la peor decisión. Ir donde los padres de la bestia. Quienes se negaron a creer tal atrocidad sin importar que también lograron contemplar la memoria que la rebelde pareja había guardado. El dinero, el poder y la prepotencia de creerse superior una vez más ganaron en la historia de esta influyente familia que solucionó el problema botando a la basura aquella manzana podrida. Mientras la mujer y su familia no han logrado borrar lo desgarrador que fue creer en aquel mamífero bravío que en el bosque anda cazando a su próxima víctima.


Como bonus a mis lectores, les permito poner nombre a los personajes, como mejor les parezca... Yo, ya tengo los míos.


DEP


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