Como Heráclito decía "el más bello ordenamiento del mundo, no es más que un cúmulo de desechos amontonados al azar", entendiendo el término 'desecho' como algo relacionado a 'basura' o eso que no sirve. Y por el contrario exaltando la palabra 'bello' como algo con cualidades atractivas. Entonces es ahí cuando aprehendo a mi vida el encontrar belleza en la fealdad y eso, aunque extraño y poco convencional, quien logra encontrarlo verdaderamente mira con los ojos del alma. Esos que escudriñan sin espabilar y ven más allá de lo superficial. Los que te hacen temblar solo cuando voltean a mirar, que te desnudan el alma y exponen tu silencio.
Es increíble lo que encontramos si solo nos dejamos llevar, si empezamos a ver con los cinco sentidos. Experimentando lo que olemos, acariciando lo que tocamos. Analizando lo que escuchamos, y callando cuando esa es nuestra mejor opción. Yendo más allá de lo que creemos natural. Ahí radica todo.
Acaso, existe alguien que determine aquello que se debe considerar bello? La respuesta es "No", es hora de derrumbar ese canon y ampliar nuestra perspectiva de lo que consideramos o, mejor dicho, lo que la sociedad nos ha impuesto.
Aunque no sigo estándares, en ocasiones he pensado como sería mi vida si a los 23 años no tuviera marcas en mi piel, pero en ese mismo instante en el que lo pienso, veo cada uno de mis tatuajes hechos por diferentes razones o impulsos, las heridas de niñez, adolescencia y ahora adultez que muestran cuantas veces me he levantado, y las cicatrices que la torpeza, la vida o la rebeldía me han causado y logro entender que eso caótico ha marcado un precedente en mí. Cada marca me muestra transparente y como soy, interesante y arriesgada para algunos y para otros simplemente desordenada, pero para mí muestra una historia, bella, imperfecta pero sobre todo real.
Uno de mis tatuajes, de mis favoritos, de hecho. Es la flor de loto, que además de transmitir paz y tranquilidad me ha enseñado a ser como ella, que escoge el peor pantano para florecer, no para ser superior, si no porque encuentra algo que, por pequeño que sea, le atrae de el y puede maximizarlo. De esta manera logra elevarse y plasmarse en la superficie para irradiar e inspirar a quien la ve.
Alcemos nuestra mirada más profunda, así conseguiremos ver lo invisible a los ojos, y ahí conoceremos lo mucho que nos puede dar un detestable pantano.
Entonces la armonía de lo que difiere nos hará encontrar aquello que de verdad podemos considerar bello. No por lo que su exterior muestra, si no por lo que nos logra transmitir cuando nuestra mirada traspasa a lo más profundo, ahí donde muy pocos logran llegar.
DEP
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