Hoy en medio de una sesión de fotos, con un sol prendido a las 11 de la mañana, llegamos a la Intendencia Fluvial, en el centro de Barranquilla, y lo que parecía normal, dejó de serlo cuando me bajé de la Van y me encontré con 3 cachorritos, 2 muertos y uno debatiéndose entre la vida y la muerte.
Luego de ver este episodio, lo que más impresión me causó fue ver a su madre rodeándolos como quien cuida su tesoro más preciado, dispuesta a todo con el fin de cuidar lo suyo. Ella lo desconocía pero no podía hacer nada para salvar la vida del único sobreviviente. Y entonces, antes de tomar la decisión de acercarme y cogerlo, me di cuenta que así somos muchas veces. Tercos, o diciéndolo de una manera más linda “aferrados”.
En ocasiones nos aferramos a cosas que no podremos tener, mantener o soportar. Una de las decisiones más difíciles que tenemos como seres vivos es aprender a soltar y esto es precisamente porque nos creemos con la superioridad y autoridad de merecerlo todo aún sin ver lo que esto conlleve.
Las decisiones mejor tomadas son esas que nos llevan a la paz así nos cueste desprendernos al principio, porque muchas veces es mejor dejar de un lado nuestro deseo egoísta y pensar en lo que debe ser.
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